Los plugins o cómo talar el bosque para hacer un gran parque natural
El advenimiento de lo que llamamos la era digital, ha supuesto, sin duda, una gran revolución en la fotografía. Muchos pensarán que ha cambiado todo y para otros, en cambio, todo permanece, nada se ha alterado.
Hacemos miles de fotos en semanas, algo impensable antes, incluso para los profesionales. La gente dispara sus cámaras sin parar, en unas vacaciones cortas podemos traernos 4 tarjetas llenas. Tantas fotos que sólo su descarga da una pereza indescriptible, imaginemos la tortura a la que someteremos a nuestros amigos cuando pretendamos no sólo contárselo sino, además, que las vean
. Esta tortura también antes existía, ya nos adelantaron algo con los videos VHS de las bodas en “tiempo real”, pero ahora es, si cabe, especialmente maligna, urticante y duradera. Algo sí que debe haber cambiado.
Está absolutamente comprobado que disparar más veces no proporciona mejores fotos, antes al contrario, como no se cuida nada, ni la exposición, ni la luz, ni la composición, ni nada, todo vale, nos creamos una especie de capa protectora que nos impide cualquier análisis y cualquier cuidado, tendemos a ser vagos por naturaleza, todo se lo dejamos a la cámara y como, en general, parece que lo resuelve, pues aceptamos pulpo como animal de compañía y animal es, pero no de compañía.
¿Qué ha cambiado realmente? pues la película sensible por la placa electrónica sensible, eso es todo. ¿Cómo es posible que un cambio tan pequeño haya supuesto un revuelo tan grande?. Podemos comprender fácilmente el traumatismo financiero en la industria química, en las empresas fabricantes de dichos elementos, en los laboratorios de revelado, en las tiendas, esto es obvio, pero ¿y en la gente que hace fotos? ¿qué ha pasado? ¿que ya no hace falta sacarlas en papel para verlas?, ¿que es más barato y más fácil hacer fotos?.
Volvamos la pregunta del revés: si no hubiera sido por el coste y por las dificultades, ¿se hubieran hecho más fotos antes?, yo creo que sí, muchísimas, tantas como ahora o más, e igual de malas o seguramente peores. Así pues nos quedamos con la mayor: es más fácil y más barato.
Pero mediocres, porque las cosas que no se hacen con cierto cariño tienden, por ley natural, a ser mediocres.
Claro, que está la omnipresente red para resolverlo todo, para arreglar las fotos sean como sean. Me imagino a alguien que empieza y que quiere de verdad aprender ¿cuánto le costará dar con algo realmente bueno? ¿cómo busca? ¿dónde? ¿en qué se distinguen las buenas de las malas? Los abuelos “analógicos” lo teníamos relativamente fácil en un manojo de revistas o libros dábamos fácilmente con una docena de buenas fotos, ahora, para lograr lo mismo, hay que mirar entre dos o tres millones, si no se tiene claro dónde y cómo. Y entre los que dicen saber "dónde y cómo" tendremos que buscar entre miles. Parece que otro de los enigmas se va resolviendo sólo: es más barato pero ya no parece tan fácil.
Vamos con el precio. Un equipo analógico de calidad media con sus 3 objetivos no requería un esfuerzo superior a la mitad de un sueldo medio, en esto ahora andamos por el estilo; pero además había que comprar película, pagar revelados, copias etc, es verdad, pero comparemos estos últimos gastos, con los de un ordenador + una impresora + cacharritos varios que se vuelven obsoletos en un año + tinta, sobre todo la tinta y el tiempo, que no lo contamos porque es nuestro y es gratis. Pues que ya no está tan claro que sea tan barato.
Nos queda la calidad, la madre de todos los corderos, muy relativa pensaremos muchos, relativa total para algunas madres que lo quieren es que su niña “salga bien” (traduzco: que se vea bien el vestidito rosa que la compré ayer y el lazo del pelo, que no salgan las manchas de las manos, ni el granito que le ha salido en la frente), relativa total para cuando vamos a una exposición fotográfica de los artistas conceptuales y disimulamos el gesto porque nos importa un pimiento el bodrio que tenemos delante, ni lo entendemos, ni queremos que nos lo expliquen, y pensamos; si una foto se tiene que explicar: “malo, mula” …y si ya es que el problema reside en que no tenemos formación estética suficiente, pues, para qué contar... La calidad es que debe ser muy relativa. Ya está el dicho: “para gustos los colores” o bien esta otra sentencia: “sobre gustos nada está escrito”. Pues yo creo que no, hay escritas bibliotecas enteras lo que pasa es que no lo hemos leído y hay que leérselos, pero sólo los buenos.
También es relativa la calidad incluso para nosotros mismos, pues es muy dependiente. ¿De qué? evidentemente de nuestra formación visual, estética y experimental, pero también y sobre todo de cómo pensamos que nos ven los demás. Si no nos agrada, esa referencia que advertimos, rápidamente la filtramos, la catalogamos y la ponemos en su sitio: este ¿qué va a decir? si no sabe hacer la “o” con un canuto; en cambio si nos gusta, inmediatamente satisface nuestra vanidad: éste sí que sabe. Pues ni lo uno ni lo otro, ni todo lo contrario, las cosas son como son, lo más inteligente es aceptar y asumir las sabias críticas, ser tu primero, malvado e implacable juez para ti mismo.
Para resolver todos estos problemas, el sistema ha inventado una palabra mágica “los plugins” que nadie sabe muy bien lo que es, pero parece que se trata de un resuelve-problemas universal que todo lo arregla, los bodrios los convierte en fotos malas, las fotos malas las convierte en mediocres, las mediocres en buenas, las buenas en superfotos, te lleva los niños al colegio, te plancha las camisas, en fin, un compendio de virtudes formado por un conjunto de acciones ya programadas que funcionan misteriosamente en cadena: pelar patatas>cortarlas>freirlas>batir huevos>mezclar>sartén>aceite>calentar>cuajar" pero lo mejor es que tú no sabes cuáles son, nadie lo sabe, ni falta que te hace saberlo, te zampas la tortilla con sal, sin cebolla, o sin sal, da igual, te la zampas y punto.
Los "plugins" funcionan como los "modos" de las modernas cámaras, un lamentable y maligno invento, que automatiza y simplifica el proceso natural que deberían hacer nuestras neuronas, breves instantes antes de tomar cualquier foto, simplemente se escoge, mira tú: pa-de-noche, pa-deportes, pa-paisaje, pa-retrato, pa-macro,... y dos más, geniales de verdad: una misteriosa "P" que recurrimos al manual y pone "pa-programa" ¿...? y otro, no menos genial, el "A": "pa-tó-automático-pase-lo-que-pase" , creo que al fabricante le daba mucho palo poner "pa-ni-puta-idea". Los hay incluso más sofisticados "pa-fuegos-artificiales", "pa-beautys" en fin, todo un completo repertorio.
Quizá los plugins llegan más lejos todavía, la informática es lo que tiene, los hay para todo lo que se nos pueda ocurrir e incluso también para destrozar las buenas ideas que se nos hayan ocurrido. Se ponen de moda, y durante épocas, se mantienen estandarizando las estéticas, "la monotonía del cambio", que sentenciaba Valle Inclán, todo lo contrario de su pretendida originalidad. Claro que su pretensión inicial me temo que no era esa, sino otra mucho más simple y crematística.
Podríamos extendernos y dar cientos de detalles demostrativos, pero como para muestra bien vale un botón, nos vamos a centrar en un plugin muy perfeccionado y sofisticado, quizá de lo mejor conseguido, pues en algunos casos salva muy bien la cara: el polarizador.
Fotografía original:
Fotografía tratada con el plugin:
¡Ah!, pensaremos muchos, ¡estamos salvados! ¡qué bien! ¿qué necesidad tenemos de estudiar técnicas con luz polarizada, de aplicarlas? esto lo resuelve todo.
No amigos, esto no resuelve nada en absoluto, lava la cara y brilla, pero es falso, falso total y además se nota, los cielos podrían parecerse a un ocaso en horas azules, pero realmente no son así, no eran así, si hacemos lo que debemos y volvemos a la hora adecuada utilizando un filtro polarizador de verdad, la imagen no tendrá nada que ver, los colores no estarán cruzados, será más limpia, más pura y mucho más natural.
Ahora un ejemplo ilustrativo utilizando polarización auténtica. Desde aquí reto al mejor retocador a que consiga el mismo resultado –o siquiera parecido- mediante plugins limpia-todo o editando en el potochó. Se trata de una tela al óleo, muy cuarteada por los avatares del tiempo y muy antigua y valiosa:
No hay plugin mejor que nuestras neuronas, la sabia aplicación de nuestros conocimientos, de las bases ópticas de la fotografía, de sus fundamentos científicos, todo estará en nuestras manos, el mejor de los pugins y los que quedan por inventarse, serán nuestros, únicos e irrepetibles, con la cantidad de sal que nos guste o con azúcar y además gratis. Confieso que los he usado, pero reconozcamos que los plugins simplifican de una forma banal, abrevian lo que no es preciso, dan aliento a nuestra vagancia natural, nos estandarizan y nos aburren.
Lo primero va antes, por favor, no sustituyamos lo mejor por lo mediocre.
Al caso, me viene a la memoria una célebre frase del genial René Goscinny, guionista de los Astérix, cuando uno de sus osados personajes -un intrépido arquitecto urbanista- afirmaba: "vamos a talar el bosque para hacer un gran parque natural".