ESPEJOS Y VENTANAS
Es el título de una magnífica exposición fotográfica que se dio en el Reina en sus comienzos.
No es buena cosa ser siempre espectador como no lo es ser sólo actor. Hay que ser las dos cosas.
En los tiempos de la posguerra, los escasos e inútiles regalos institucionales de navidad, que algunos recibían, los volvían a regalar. Recuerdo que hace años mi padre me lo contaba, era bastante común que la espantosa agenda que habías recibido y vuelto a mandar al médico de turno, te llegara nuevamente a los 20 días envuelta de otra forma. Con los jamones no pasaba, no porque se los quedara nadie, es que no existían. Los correos tipo jamón tampoco existen ahora.
Los mail-paliza, tipo power point, que todos recibimos, se dividen entre los que los generan y los que los reenvían, tanto se reenvían y es tan fácil hacerlo que llega un momento en que nadie sabe su origen y por cuántas manos ha pasado. Incluso puede que llegue de nuevo a su autor, que contempla con estupor la noticia de su propio trabajo. Ha pasado.
Es de suponer que la persona que genera esas presentaciones lo haga con su mejor voluntad, como también es voluntad del destinatario recibirlo mal o bien. El que actúa expone y su trabajo será valorado y, consecuentemente, apreciado, ignorado o denostado. Exponer no implica exponerse pero lleva ese peligro y hay que asumirlo. Ese es el actor.
El espectador ve, en el mejor de los casos mira, y hasta algunos llegan a observar y participar con mirada crítica, la interesante, la que se aprovecha. Otros, en cambio, no. Sólo vemos y de reojo. Nos quejamos constantemente de lo mal que están las cosas, lo imposible que resulta hacer nada, lo poco expertos que somos, de relatar todas las dificultades con las que nos encontramos, del tiempo que perdemos en decir constantemente que no tenemos tiempo. O bien nos callamos, que es más elegante pero que tampoco conduce a nada.
No es el caso de este foro, pero hay algunos donde abunda la crítica pero de la mala, la destructiva, la que corroe, la que no llega a ninguna parte, sin dar alternativas, en definitiva: sin ocuparse de nada, en eso se les va el tiempo.
Dar el paso seguramente nos pone nerviosos, como conducir la 1ª vez nos hace temblar las piernas, pero eso es bueno, como lo son los nervios del profesor en su 1ª clase, pero el salto hay que darlo, ser actor, es más gratificante.
Se pueden hacer muchas cosas, a nuestro nivel, con uno, con dos o con doscientos, en este grupo, que es muy grande ya, encontraremos compañeros para todo incluso para ayudar sin pertenecer al grupo.
Una vez leí una de las teorías más probables sobre la forma natural de crecer del universo, que me dejó fascinado. Su autor lo comparaba al proceso seguido por cada una de las moléculas de una masa para hacer pan. Al principio son casi iguales pero potencialmente distintas. Cuando se le aplica calor y se cuece esta masa, cada una crece por separado o bien formando pequeños grupos, junto a todas las demás, pero no revueltas con ellas, sino de forma individual. El grupo de su lado sigue el mismo proceso pero ninguna se estorba en su crecimiento, pues generan su propio espacio vital, tienden su propia alfombra sobre la que caminan. En el proceso se diferencian cada vez más, ya no son tan iguales, unas forman la corteza, otras dan color, otras sabor, otras unen a las demás. Al final forman una gran hogaza con las mismas conexiones de antes pero más especializada, mucho más grande, más desarrollada, más perfecta y en continuo proceso de crecimiento.