Tomada con una compacta. Tan compactada está la toma, que en ella caben dos continentes, dos orillas: la orilla de acá y la orilla de allá.
En la orilla de acá estoy yo, observando desde mi azotea la orilla de allá, y por si pudiese entrever entre tanto píxel desordenado, -hoy aclarados por el viento de poniente-, alguna sonrisa que me lleve a pensar que existe algún tipo de orden que gobierna las dos orillas.
Pero no lo veo.
Cuando cruzo a la orilla de allá veo la orilla de acá, y me doy cuenta de que no está tan allá como me parece cuando estoy acá.
No sé si me explico.
A lo mejor es que las orillas y su gobierno no tienen explicación alguna.
Siete años después. Otra cámara, los mismos ojos. Las mismas orillas. Muchas pateras entre ambas;
tantas como sueños convertidos en pesadillas. Más arrugas...