Una tarde, paeando por los alrededores del Castilo de Peñíscola, me fijé ne este músico de copas de agua y en el contraluz que ofrecía con la iluminación del atardecer y el reflejo en la piedra pulida. Luego, la niña se acercó y se puso a escuchar al músico... y ya no lo dudé: ¡clic!