James Peacock (2005: 139) señala que la experiencia del trabajo de campo es uno “de los métodos más radicales que existen para aprender de los demás”, implicando más allá del romanticismo (y ese supuesto glamour mestizo entre Indiana Jones y Teresa de Calcuta del que se rodea al antropólogo implicado) sufrimiento, penurias, soledad y confusión. No extraña que Levi Strauss comenzara su obra Tristes Trópicos (1999:73) con la mítica frase:”Odio los viajes y los exploradores” para después apuntar:
“La aventura no cabe en la profesión del etnógrafo; no es más que una carga; entorpece el trabajo eficaz con el peso de semanas o de los meses perdidos en el camino; horas ociosas mientras el informante se escabulle; hambre, fatiga y hasta enfermedad; y siempre esas mil tareas ingratas que van consumiendo los días inútilmente […]”