Tener la oportunidad de escuchar a Rosa María Calaf durante el “extenso” período que dura una conferencia, es una experiencia que no deja indiferente. Este sábado 6 noviembre 2010, en el marco de III Foro de la Solidaridad de Castilla-La Mancha, hemos tenido la oportunidad de asistir a la conferencia inaugural de manos de una mujer sabia. Y, como es de justicia creo que el regalo de esta vivencia merece un gesto de reciprocidad, que es la base sobre la que se asientan las relaciones sociales.
Rosa ha hablado de solidaridad y medios de comunicación. Su discurso estaba preñado de significados, lleno de guiños intelectuales, cuajado de sabiduría vivida en primera persona de compromiso personal con su profesión. Pero, en otra entrada, hablaré del contenido de su conferencia, lo que me interesa ahora es el análisis del discurso, lo que realmente me ha fascinado por encima del fondo (magistral) ha sido la estética y la forma. Sólo destacaré unas breves pinceladas, consciente de que cada palabra que sumo es un lector que resto porque leer se ha convertido en una carga en la sociedad de la inmediatez y, consecuentemente, de la inmadurez.
Lo primero que percibe un oyente de Calaf, es que está frente a una especie de Calaf-nikov, frente una mujer acostumbrada a disparar palabras en ráfagas cuyo límite es el escaso minuto diez segundos en que durante décadas ha tenido que comprimir sus crónicas para televisión. La precisión lingüística y la capacidad de síntesis generan un discurso armado en bloques de aproximadamente uno o dos minutos. En estos bloques, desarrolla una idea con pulcritud dialéctica: la inicia, la desarrolla y la finaliza, después pasa a un nuevo bloque temático y así sucesivamente hasta exprimir el tiempo de forma práctica e intensa.
Lo segundo que viene a la mente es que uno está frente a una periodista con una visión global (holista que decimos los etnógrafos) y una familiaridad para hablar del mundo como si fuera su barrio que es portentosa. Rosa María tiene el planeta integrado en su mente (parece google earth), relaciona la geografía, la política, la economía, las cifras, las tierras, las guerras, los pequeños detalles con comodidad, con hábito, con soltura, con experiencia, con normalidad, con sencillez, con naturalidad. Te hace ver el mundo través de sus ojos como si estuviera desplazándose por una realidad virtual compartida. En su discurso, Rosa María contrae el tiempo y el espacio como una maga.
Lo tercero, es la constatación de que sabe de qué habla por inmersión cultural. No es una periodista-turista, es una corresponsal implicada, conoce el terreno, es una antropóloga, una cronista contemporánea. Como diría Clifford Geertz, su prosa revela que “ha estado allí”. Y como tal, ha profundizado hasta el punto de distinguir un guiño, de un tic y ha educado su sensibilidad local para comprender el matiz de un chiste entre mujeres o la profundidad de un poema escrito por un lugareño en un arrozal.
Por último, no puedo acabar sin decir que uno siente que el periodismo implicado existe, y que Rosa María Calaf, es una periodista que ha vivido su profesión desde el compromiso, la responsabilidad y la solidaridad, luchando cada día por la igualdad y la justicia social desde el corsé del minuto diez.
Muchas gracias, Rosa, nos has llenado de energía y has abarrotado nuestro cuaderno de notas de reflexiones profundas, críticas, conmovedoras y revulsivas para seguir luchando por el cambio social. Y, sin duda, tus palabras nos han llenado de entusiasmo, siendo testigos de que aún existen personas que nos puede servir de modelo para convencernos de que ocupemos la posición que ocupemos entre todos podemos transformar el mundo y denunciar lo que está mal. Simplemente, tenemos que aprender a pasar la voz.