Ya se sabe que si se va a setas, se va a setas y no a Rolex. Las “setas” a las que yo iba eran simplemente un paseo dominical en bici... Y el Rolex, ese Toledo que apareció de repente de entre las nieblas y nubes que habían cubierto la mañana.
Así que paré la bici, busqué el encuadre (estaba en el barrio del Hospital Tres Culturas), y saqué el móvil, que era obviamente la única cámara que tenía.
Desde luego, no es la mejor foto de Toledo, ni tampoco después de esto he conseguido los mejores tiempos con la bici. Y es que cuando se va a setas, se va a setas... Pero, ¿quién podría resistirse a una joya que se nos muestra de repente tan hermosa como Toledo?