No es un dron, ni tiene trampa ni cartón. Es parapente a motor, y la forma de demostrarlo era incluir mi pie en el encuadre.
El principal mérito (además de atreverse, que reconozco que hay que pensárselo un poco) es llevar la réflex colgada, sabiendo que no se puede cambiar el objetivo, ni llevar funda, tapa, ni nada que se pueda caer... Pero merecía la pena.