De este pasado verano en el oriente asturiano, cuando el mar no era un sueño imposible para un castellanomanchego confinado en nuestras fronteras, y cada tarde podía encontrar, a cinco minutos de mi casa, una ubicación y un enfoque diferente para ver la despedida del sol y olvidar todo lo demás por unos instantes... al menos cuando las nubes lo permitían.